Ha llegado un momento
en que he aprendido
a palparme las heridas sobre la ropa,
a dormir despierto,
a caminar cansado.
A escribir los versos sin papel
tumbado en la cama con los ojos cerrados,
como si rezase.
Perdiendo horas de sueño.
He aprendido a justificar
mis malos modos
y me he ido llenando
de arrepentimientos tardíos.
He visto perros grandes
guardar fincas viejas
y a los enfermos de hospital
madrugar mas que nadie.
Me he acercado mejor a Dios
desde la música sentida en el corazón
y no he conocido resentimiento
que aguantara un momento
de aflicción o ternura.
He aprendido
que al final sólo hay dos cosas:
la muerte y la vida.
La vida para los que mueren
y la muerte para los que olvidan.
Joooodeeerrrr, qué nivel Rodrigo!!!! se nota que estás en un momento de relax y meditación, que has vuelto con nuevas perspectivas y prioridades.
ResponderEliminarBienvenido de nuevo a tu blog!!!
Querido don Rodrigo, me ha dejado usted los pelos de punta y las lagrimas muy cerca de los ojos. No sabe usted el vacio que deja entre nosotros, lo difil que se nos hace su ausencia. Cuando superemos las pruebas presentes solo quedara el privilegio de habernos conocido. Deseo de todo corazón que pronto este de vuelta cuidando sus viñedos. Le queremos.
ResponderEliminarMis queridos amigos, agradezco sus palabras de ánimo y celebro que les haya gustado el poema. Saben de mi inclinación por las corrientes orientalistas y entre ellas una de sus máximas es que todo discurre, todo fluye, nada permanece.... todo pasa. Por eso no conviene celebrar el éxito desmedido ni acentuar la aversión en el fracaso, lo importante son las ENSEÑANZAS.
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