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lunes, 13 de febrero de 2012

El placer de lo sencillo

Existen momentos, en que nos es muy necesario regresar a nuestros lugares de origen, salir de la gran ciudad y volver a recorrer las calles de los pueblos o ciudades que nos han visto nacer, en ellas no solo encontramos la paz y la tranquilidad que tanto ansiamos en nuestro frenético día a día, sino que también recordamos nuestra infancia y/o adolescencia en cada rincón en que nos paramos a echar una mirada, no sin cierta nostalgia.

En mi caso, puedo viajar por el extranjero o por España, buscando siempre la novedad y el conocimiento de nuevos sitios e historias, pero solo hay un lugar en el que encuentro la paz espiritual que de tanto en tanto necesita mi maltrecha cabeza, es mi pequeña ciudad, donde nací y donde conservo grandes recuerdos y familia.

Me gusta disfrutar de las tapas en esos bares que permanecen inalterables a lo largo de los años, donde el sabor no solo pertenece a la comida, sino también a la gente que lo frecuenta, a la decoración más propia de otros tiempos y donde las conversaciones fluyen a medida que lo hace el vino.

Me relajo en paseos por las playas, que en invierno están desérticas y donde un simple paseo puede hacer más por tu stress que una semana de psicoterapia, disfruto de las olas al romper en la orilla y de la sensación de la arena en los pies, a pesar de que el tiempo no sea el adecuado.

Todos tenemos esos lugares privados, donde podemos acudir siempre que nuestro espíritu necesite renovarse, disfrutar de los pequeños placeres de la vida, sin grandes lujos, simplemente disponer de tu tiempo en un lugar donde la rapidez no es lo más importante, donde la sencillez cobra importancia, donde las distancias son cortas.

Nunca hay que olvidar los orígenes, y es sano regresar de vez en cuando para poder degustar los sitios y las cosas que te han marcado la vida.
En mi caso, regreso y regresaré siempre a esa tierra del norte, de colores gris y verde, donde las comidas son sagradas y sabes cuando empiezan, pero no cuando terminan, la tierra de acento melódico y grandes personas, la tierra donde yo nací.

5 comentarios:

  1. Ciertas son las apreciaciones que haces Dorian: en las cosas sencillas están los mejores recuerdos y los mejores momentos. Sencilla es la felicidad, decía un clásico. Solo dos cosas: se nota que el artículo está escrito un lunes plomizo y frio de febrero. Y otra cosa: no sabemos de donde exactamente es tu tierra, hablas del norte , de colores gris y verde....¿País Vasco quizá?

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  2. No, amigo Rodrigo, en un lugar del Norte de cuyo nombre no quiero acordarme, hace tiempo que vivia este humilde servidor, la costa Artabra es el Paraiso del que hablo.

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  3. Jolines Dorian, he seguido su artículo con curiosidad al principio, con interes a medida que nos exponía las bondades de su tierra natal, con entusiasmo mas adelante cuando nos llena el paladar de tapas y vino. Con gozo cuando nos lleva caminando por blancas playas y aguas de color turquesa; con recogimiento cuando me habla del espíritu renovándose; con regocijo cuando me habla del respeto y el rigor a las horas del yantar. En fin, que estaba haciendo las maletas pensando en que al final descubriría el nombre de la idílica ciudad y ... ¡maldita sea!, se le olvidó a Dorian. Puso tanto interés en describirnos / descubrirnos la tierra de sus ancestros que se le olvidó nombrarla.
    Espero impaciente. Y ahora, ¿cómo puede concordar con usted, yo que nací en Tabernas, Almería?

    ya casi estaba haciendo las maletas

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  4. Nagarme, siempre serás Bienvenido al Ferrol, tu tapa de percebes con un buen ribeiro no te faltará.

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  5. Ahi, ahí ... ahí te queria ver, generoso. Queda combinado. Y si, por casualidad, la posada no tiene ribeiro el dia que concurramos, no haré ascos a un "alvarinho"

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